Un 11 de Febrero de 1859, fallecía un insigne tucumano, el Padre José Eusebio Colombres. Se lo conoce habitualmente por su participación como diputado ante el Congreso de Tucumán, siendo uno de los que firmaron el Acta de Independencia de las Provincias Unidas. De cuna aristocrática, había nacido el 16 de Diciembre de 1778. Se convirtió en clérigo en 1803. Como no todas las provincias estaban en condiciones de enviar representantes a la Asamblea de 1816, Catamarca lo eligió a esos fines. Se desempeñó como sacerdote de la provincia de mentas, pero, al apoyar la Liga del Norte en contra de Juan Manuel de Rosas, debió exiliarse en Bolivia y ahí permaneció hasta la caída del Restaurador. Ya en épocas posteriores a Caseros, Colombres, con el apoyo explícito de Justo José de Urquiza, fue nombrado obispo de Salta, pero a poco de asumir, fallecía. A Colombres se le debe también el impulso definitivo de la industria azucarera en Tucumán, actividad económica que aún predomina en dicho territorio, al importar maquinarias extranjeras y establecer plantaciones en tierras propias. Actualmente, la casa de Colombres en el Parque 9 de Julio, es el Museo de la industria que él, con sus sueños de progreso, promovió. Gloria y recuerdo a un gran olvidado de la Patria.
jueves, 10 de febrero de 2011
viernes, 21 de enero de 2011
12 de Octubre: mucho para festejar
El siglo XVI es de vital importancia para la Historia de la Humanidad. Fue la centuria en la que España llevó a cabo su conquista del territorio descubierto por el Almirante don Cristóbal Colón el 12 de Octubre de 1492. Aquél día glorioso, Europa comenzaba a correr el velo de esa Caja de Pandora llamada América. El proceso iniciado por el brillante genovés no se detendría hasta la ocupación de gran parte del continente, tanto por España, como por el resto de las potencias europeas de aquellos tiempos. De más está remarcar que la ocupación de España fue la que más aportó a la integración de aquellos que ya vivían antes del arribo colombino y esto fue reconocido incluso por la Santa Sede, al punto tal que el Emperador Carlos V Habsburgo dudó sobre la permanencia de España en el Nuevo Mundo y sin embargo, comprendió la vastedad, no sólo de su cuasi infinito Imperio, sino de la misión intrínseca que le cabía al mismo para llevar a estas tierras a la Modernidad cristiana.
Hogaño, pululan voces que agravian el legado hispánico acusando de modo arbitrario y caprichoso a la España de los Austrias Mayores de perpetrar los crímenes más atroces de la Historia sin alcanzar si quisiera a avizorar que es sólo una mentira repetida hasta el hartazgo por voces interesadas en menoscabar a nuestra Madre Patria, soslayando las bárbaras prácticas que otros países emplearon con los nativos americanos, como, verbigracia, los paulistas del Brasil o los casacas rojas en las colonias de la América del Norte y de los cuales “misteriosamente” nada se menciona o nadie recuerda.
Esas voces ignoran o simulan ignorar la causa verdadera de la caída de las grandes concentraciones aborígenes con las cuales se enfrentaron ese puñado de valientes tanto en México como en Perú. Pisotear eminentes nombres como el del marino que llevó la gran hazaña a bordo de esas frágiles cáscaras de nuez o como el de quien se rehízo tras la “Noche Triste”, venció en Otumba y acabó con el imperio de terror azteca que se prolongaba merced al yugo de su casta sacerdotal que promovía el sacrificio de miles de vidas de cautivos para satisfacer la insaciable sed de sangre humana que exigía su panteón de dioses purulentos, que habían minado efectivamente la autoridad de la Confederación Azteca y que al mismo tiempo habían generado un odio visceral hacia Tenochtitlán como centro de poder y sojuzgamiento sin límites, es sin dudas un acto malicioso y poco recomendable.
Con características diferentes se investía el Imperio de los Incas del Perú, pero a ambos unía un común denominador: el avasallamiento de los pueblos conquistados por el Inca, el “Hijo del Sol” convertía a los nuevos súbditos en verdaderos “muertos vivos” pues el Estado totalitario incaico “todo” lo exigía como una máquina de exprimir voluntades. Desprovisto de las estudiadas y dramáticas escenas de barbarismo esgrimidas por los mexicas y sus corazones arrancados por obsidiana, el Perú prehispánico simbolizaba un raro exponente de colectivismo oligárquico que convergía necesariamente en la persona del Inca y su corte de “orejones”.
Con la conclusión de tanta iniquidad y la posterior imposición del Cristianismo de la mano de las órdenes y congregaciones religiosas que vinieron luego de la desaparición fáctica de los grandes imperios, se efectivizó la causa final de la conquista de América, vale decir, la evangelización de pueblos, hasta ese momento paganos y su conversión a la Fe cristiana.
Las voces arteras que se elevan como graznidos de cuervos que merodean sobre la herencia de España y cuyo norte principal es mancillar gratuitamente para tratar de ocultar la magnitud de la empresa castellana, la magnificencia de sus objetivos reales, más allá de excesos que pudieron haber cometido determinados personajes concretos, esas voces, reiteramos jamás podrán ocultar la Verdad sobre España y América, un encuentro que aún en la actualidad nos muestra a sus vástagos mestizos que revelan la carencia absoluta de racismo por parte de una Madre que emitió Leyes protectoras para sus nuevos súbditos, hecho que ninguna otra potencia podrá jamás exponer ante la Historia y que sólo se verán obligadas a esconder el oprobio de sus atropellos a la dignidad humana en nombre del “hecho consumado” y que tanto Portugal como Inglaterra si abrieran en verdad sus archivos, podríamos ver en toda su extensión el extermino sistemático y el desprecio por la vida que éstos llevaron como estandarte.
Las Casas, encomendero de negros, ha contribuido en gran medida al surgimiento de esta propaganda anti española y potenciada por los mencionados maliciosos o ignorantes útiles a la historiografía anglosajona que no sólo aborrece la gran epopeya España, sino que a un tiempo esconde la escoria bajo la alfombra del proceso conquistador en América lusitana e inglesa.
Ampliamente comprobado está la muerte de miles de aborígenes a manos de las enfermedades que se ensañaron con sus pobres existencias tras el Encuentro colombino. La hipótesis del plan sistemático de masacre ideado por la corte española es tan absurdo que no resiste verificación por más burda o vulgar que parezca. Infortunadamente, en la República Argentina, como en algunos otros países que conforman Hispanoamérica se ha modificado el nombre de la celebración del 12 de Octubre y se la llamará “Día del respeto por la diversidad cultural”. Visto con ojos ecuánimes, coincidimos parcialmente con tal decisión, pues fue España y sólo España la que llevó sobre sus espaldas el respeto a la persona encarnada en el indígena, amparándolo, evangelizándolo y promoviendo su integración a la sociedad colonial, lo que muchos gobiernos llamados “patrios”, no hicieron tras las guerras de independencia.
Esas voces no llegan a entender que “todo lo que se intenta contra la Verdad, será superado y quebrantado por la misma Verdad”… SS León XIII.