jueves, 10 de febrero de 2011

Colombres, independentista, azucarero y luchador por la libertad


Un 11 de Febrero de 1859, fallecía un insigne tucumano, el Padre José Eusebio Colombres. Se lo conoce habitualmente por su participación como diputado ante el Congreso de Tucumán, siendo uno de los que firmaron el Acta de Independencia de las Provincias Unidas. De cuna aristocrática, había nacido el 16 de Diciembre de 1778. Se convirtió en clérigo en 1803. Como no todas las provincias estaban en condiciones de enviar representantes a la Asamblea de 1816, Catamarca lo eligió a esos fines. Se desempeñó como sacerdote de la provincia de mentas, pero, al apoyar la Liga del Norte en contra de Juan Manuel de Rosas, debió exiliarse en Bolivia y ahí permaneció hasta la caída del Restaurador. Ya en épocas posteriores a Caseros, Colombres, con el apoyo explícito de Justo José de Urquiza, fue nombrado obispo de Salta, pero a poco de asumir, fallecía. A Colombres se le debe también el impulso definitivo de la industria azucarera en Tucumán, actividad económica que aún predomina en dicho territorio, al importar maquinarias extranjeras y establecer plantaciones en tierras propias. Actualmente, la casa de Colombres en el Parque 9 de Julio, es el Museo de la industria que él, con sus sueños de progreso, promovió. Gloria y recuerdo a un gran olvidado de la Patria.

viernes, 21 de enero de 2011

12 de Octubre: mucho para festejar

El siglo XVI es de vital importancia para la Historia de la Humanidad. Fue la centuria en la que España llevó a cabo su conquista del territorio descubierto por el Almirante don Cristóbal Colón el 12 de Octubre de 1492. Aquél día glorioso, Europa comenzaba a correr el velo de esa Caja de Pandora llamada América. El proceso iniciado por el brillante genovés no se detendría hasta la ocupación de gran parte del continente, tanto por España, como por el resto de las potencias europeas de aquellos tiempos. De más está remarcar que la ocupación de España fue la que más aportó a la integración de aquellos que ya vivían antes del arribo colombino y esto fue reconocido incluso por la Santa Sede, al punto tal que el Emperador Carlos V Habsburgo dudó sobre la permanencia de España en el Nuevo Mundo y sin embargo, comprendió la vastedad, no sólo de su cuasi infinito Imperio, sino de la misión intrínseca que le cabía al mismo para llevar a estas tierras a la Modernidad cristiana.

Hogaño, pululan voces que agravian el legado hispánico acusando de modo arbitrario y caprichoso a la España de los Austrias Mayores de perpetrar los crímenes más atroces de la Historia sin alcanzar si quisiera a avizorar que es sólo una mentira repetida hasta el hartazgo por voces interesadas en menoscabar a nuestra Madre Patria, soslayando las bárbaras prácticas que otros países emplearon con los nativos americanos, como, verbigracia, los paulistas del Brasil o los casacas rojas en las colonias de la América del Norte y de los cuales “misteriosamente” nada se menciona o nadie recuerda.

Esas voces ignoran o simulan ignorar la causa verdadera de la caída de las grandes concentraciones aborígenes con las cuales se enfrentaron ese puñado de valientes tanto en México como en Perú. Pisotear eminentes nombres como el del marino que llevó la gran hazaña a bordo de esas frágiles cáscaras de nuez o como el de quien se rehízo tras la “Noche Triste”, venció en Otumba y acabó con el imperio de terror azteca que se prolongaba merced al yugo de su casta sacerdotal que promovía el sacrificio de miles de vidas de cautivos para satisfacer la insaciable sed de sangre humana que exigía su panteón de dioses purulentos, que habían minado efectivamente la autoridad de la Confederación Azteca y que al mismo tiempo habían generado un odio visceral hacia Tenochtitlán como centro de poder y sojuzgamiento sin límites, es sin dudas un acto malicioso y poco recomendable.

Con características diferentes se investía el Imperio de los Incas del Perú, pero a ambos unía un común denominador: el avasallamiento de los pueblos conquistados por el Inca, el “Hijo del Sol” convertía a los nuevos súbditos en verdaderos “muertos vivos” pues el Estado totalitario incaico “todo” lo exigía como una máquina de exprimir voluntades. Desprovisto de las estudiadas y dramáticas escenas de barbarismo esgrimidas por los mexicas y sus corazones arrancados por obsidiana, el Perú prehispánico simbolizaba un raro exponente de colectivismo oligárquico que convergía necesariamente en la persona del Inca y su corte de “orejones”.

Con la conclusión de tanta iniquidad y la posterior imposición del Cristianismo de la mano de las órdenes y congregaciones religiosas que vinieron luego de la desaparición fáctica de los grandes imperios, se efectivizó la causa final de la conquista de América, vale decir, la evangelización de pueblos, hasta ese momento paganos y su conversión a la Fe cristiana.

Las voces arteras que se elevan como graznidos de cuervos que merodean sobre la herencia de España y cuyo norte principal es mancillar gratuitamente para tratar de ocultar la magnitud de la empresa castellana, la magnificencia de sus objetivos reales, más allá de excesos que pudieron haber cometido determinados personajes concretos, esas voces, reiteramos jamás podrán ocultar la Verdad sobre España y América, un encuentro que aún en la actualidad nos muestra a sus vástagos mestizos que revelan la carencia absoluta de racismo por parte de una Madre que emitió Leyes protectoras para sus nuevos súbditos, hecho que ninguna otra potencia podrá jamás exponer ante la Historia y que sólo se verán obligadas a esconder el oprobio de sus atropellos a la dignidad humana en nombre del “hecho consumado” y que tanto Portugal como Inglaterra si abrieran en verdad sus archivos, podríamos ver en toda su extensión el extermino sistemático y el desprecio por la vida que éstos llevaron como estandarte.

Las Casas, encomendero de negros, ha contribuido en gran medida al surgimiento de esta propaganda anti española y potenciada por los mencionados maliciosos o ignorantes útiles a la historiografía anglosajona que no sólo aborrece la gran epopeya España, sino que a un tiempo esconde la escoria bajo la alfombra del proceso conquistador en América lusitana e inglesa.

Ampliamente comprobado está la muerte de miles de aborígenes a manos de las enfermedades que se ensañaron con sus pobres existencias tras el Encuentro colombino. La hipótesis del plan sistemático de masacre ideado por la corte española es tan absurdo que no resiste verificación por más burda o vulgar que parezca. Infortunadamente, en la República Argentina, como en algunos otros países que conforman Hispanoamérica se ha modificado el nombre de la celebración del 12 de Octubre y se la llamará “Día del respeto por la diversidad cultural”. Visto con ojos ecuánimes, coincidimos parcialmente con tal decisión, pues fue España y sólo España la que llevó sobre sus espaldas el respeto a la persona encarnada en el indígena, amparándolo, evangelizándolo y promoviendo su integración a la sociedad colonial, lo que muchos gobiernos llamados “patrios”, no hicieron tras las guerras de independencia.

Esas voces no llegan a entender que “todo lo que se intenta contra la Verdad, será superado y quebrantado por la misma Verdad”… SS León XIII.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Ayacucho: Fin del Primer Acto... pero no del drama latinoamericano



Un 9 de Diciembre de 1824, concluían las guerras de independencia en la América del Sur, definitivamente sangrientas, pues habían dejado un número considerable de bajas entre combatientes y civiles. En realidad, ya las antiguas colonias hispanas eran independientes de hecho y Ayacucho sólo fue el tiro de gracia para un Imperio Español que, recalcitrante, pretendía disimular su decadencia, que sólo se había visto solapada quizás durante el reinado de Carlos III. El XVIII fue la antesala de este proceso irreversible que finalizaría en las postrimerías del XIX, cuando Estados Unidos rematara cruelmente los despojos de un Imperio “de madera” frente a un pujante nuevo Imperio de Acero, de hierro y de vapor y su última posesión americana de Cuba.

Ayacucho en sí, no constituye la “batalla decisiva”, si es que este concepto es válido desde el punto de vista estratégico. Probablemente historiadores de fuste dirán que éste honor le cupo a Maipú, batalla campal que libró San Martín en Chile, desarticulando el Imperio y anunciando con bastante anticipación la muerte del poder español en América.

Ayacucho en números no parece tan impresionante, teniendo en cuenta las monumentales batallas europeas de la época, con ejércitos casi infinitos o las futuras de la América del Norte y su Guerra de Secesión, pero vale traerla del olvido pues, a nuestro humilde criterio marcó el “Fin del principio” o mejor aún, el “punto de no – retorno” de los peninsulares a su antiguos “Reinos de Indias”. Como era de esperarse, Ayacucho no convenció completamente a la vieja y orgullosa España y la Madre Patria se tomó un tiempo considerable para reconocer la mayoría de edad de sus hijos. Sin dejar a un lado los tristes incidentes, grotescos por momentos dadas sus absurdas causas, que constituyeron la denominada “Guerra hispano – sudamericana” de 1866 y 1867 y que enfrentó nuevamente a españoles y americanos en un conflicto impensable.

Ayacucho, por otro lado, fue una victoria a todas luces de la Gran Colombia, pues la masa de sus fuerzas reconocía ese origen. Apenas 80 efectivos de las PP.UU. intervinieron en ella. Su Comandante en Jefe, el Mariscal Antonio José de Sucre, con el objeto de halagar al Libertador Simón Bolívar, proclamó la República de Bolívar, lo que luego sería Bolivia.

Para el momento de Ayacucho, las PP.UU. ya habían comenzado años antes, un lamentable derrotero de guerras fratricidas, fenómeno éste, que se duplicaría en toda América desde el Río Grande hasta el desierto pampeano. Conservadores y liberales en Méjico y Centroamérica, unitarios y federales en el Río de la Plata o Blancos y Colorados en la Banda Oriental mostrarían que a los “hijos de España” les restaba un largo camino de encuentros y desencuentros hasta la actualidad.

Ayacucho es un símbolo, pero no del camino hacia la paz tan deseada por los criollos tras años de lucha con los viejos detentadores del poder y mucho menos del acceso de los grupos mestizos o aborígenes a la cúpula dirigente. Los blancos “españoles americanos” se habían encargado de ahuyentar el “fantasma de Túpac Amaru” y reencausar sus revoluciones de élites a lo largo y a lo ancho de estas comarcas.

Ayacucho es el fin del Primer Acto de la tragedia que lleva por nombre “Latinoamérica”. Los siguientes actos, corresponden a otro artículo y Clío ya inspirará más líneas, pues la tragedia continúa…

miércoles, 1 de diciembre de 2010

La sublevación de Juan Lavalle del 1° de Diciembre de 1828


El 1° de Diciembre de 1828, comenzó un proceso sobrecargado de tragedia y desencuentros que desembocaría en el fusilamiento del gobernador Manuel Dorrego, doce días después. Dorrego había heredado la penosa tarea de mitigar los aires enfurecidos que había causado el Tratado de Paz de Manuel J. García. Por presión de Gran Bretaña y de Brasil, se vio obligado a firmar otro acuerdo, por medio del cual aceptó la independencia de la Provincia en disputa, como Estado Oriental del Uruguay, el 29 de Septiembre de ese año. Las tropas argentinas acantonadas en Río Grande comenzaron el regreso.

Muchos de los oficiales de este ex Ejército Nacional (por cuanto el Poder Ejecutivo Nacional que había recaído en el Presidente Bernardino Rivadavia, ya se había disuelto), estaban abiertamente en contra de los pactos por los que se llegó a la paz, a la que consideraban una rotunda derrota diplomática lo que se había obtenido en el campo de batalla.

El más encumbrado de ellos, Juan Lavalle, encabezó lo que podemos denominar “el primer golpe militar a una gobierno legítimo”, cuando se colocó al frente de las tropas y se encaminó al Fuerte de Buenos Aires para desalojar a Dorrego en la fecha de mentas.

El gobernador huyó, pero contrariamente a los consejos de Juan Manuel de Rosas, esperó a los sublevados en Navarro y ahí fue vencido, apresado y posteriormente fusilado por Lavalle, cometiéndose uno de los crímenes más importantes de la historia de la Argentina, por las consecuencias terribles que se vivieron luego en la “guerra a muerte”, pues ya no habría cabida para consensos o negociaciones como bien lo avizoró el Libertador Gral. Don José de San Martín.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Las personas mueren... sus ideas jamás


"La libertad supone muchas dificultades y la democracia no es perfecta, pero jamás nos vimos obligados a erigir un muro, para confinar a nuestro pueblo", 26/06/1963. Este pensamiento lo esgrimió el 35° Presidente de los Estados Unidos de América desde el balcón del edificio Rathaus Schöneberg, en ocasión el 15° aniversario del “bloqueo de Berlín”. Hoy, 22 de Noviembre, se cumplen 47 años de su asesinato y aún se mantiene la incógnita sobre la autoría del magnicidio. La Comisión Warren dictaminó que Lee Harvey Oswald actuó sólo ese trágico día, pero el Informe cayó en el mayor descrédito luego de que el Comité Selecto de la Cámara sobre asesinatos estableciera que Kennedy fue víctima de una conspiración en 1979. Tanto el FBI, la CIA, la Comisión de marras y el Servicio Secreto fueron duramente criticados.

JFK, sigue siendo considerado por el pueblo estadounidense como uno de los mejores presidentes de la Historia de ese país y como una de las más importantes figuras del siglo XX que ejercieron una indudable influencia. Lo anterior no es antojadizo o descabellado, por cuanto fue Kennedy quien evitó un holocausto nuclear en aquella crisis de los misiles de Cuba. Fue Kennedy quien bregó por los derechos civiles "Debe ser posible, a corto plazo, que todo estadounidense pueda disfrutar de los privilegios de ser estadounidense sin importar su raza o color. A corto plazo, todo estadounidense debe tener el derecho de ser tratado como le gustaría ser tratado, como a uno le gustaría que trataran a sus hijos" (11/06/1963). Fue Kennedy quien propuso la Alianza para el Progreso para frenar el avance del comunismo en América Latina. Fue él quien creó el “Cuerpo de Paz” para colaborar con naciones menos favorecidas. Según Robert Mc. Namara, Secretario de Defensa de su Gabinete, afirmó tiempo después de su desaparición, que muy probablemente JFK hubiera retirado paulatinamente las fuerzas expedicionarias en Vietnam y como prueba irrefutable tenemos el "National Security Action Memorandum" del 11/10/1963, infortunadamente su vicepresidente Lyndon Johnson anuló esta orden y la escalada prosiguió hasta el fiasco final por todos conocido…

John Fitzgerald Kennedy, Descansa en Paz y que el Señor bendiga tu alma.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

La otra faz de Moreno



Habitualmente se asocia a Mariano Moreno con el jacobinismo de la Revolución de Mayo y creemos sinceramente que esto no es del todo cierto, pese a la eliminación física del héroe de la reconquista, Santiago de Liniers, en Córdoba. Moreno era mucho más que un mero exaltado, un Marat rioplatense sediento de sangre de godos. Ocho meses antes, un 30 de Septiembre de 1809, redactaba su más célebre escrito económico, “La Representación de los Hacendados” en la que vislumbraba y dejaba plasmada sus ideas liberales que perseguían como meta fundamental el desarrollo de estas tierras mediante un intenso intercambio comercial con Gran Bretaña y el resto de los países del orbe. Es indudable el documento de economía más importante de las épocas coloniales. En él se promovía lisa y llanamente la apertura a nuevos mercados, que hasta ese momento la Metrópoli entorpecía. Recordemos, en el Año del Bicentenario, a un Moreno equilibrado, progresista y visionario.

sábado, 17 de julio de 2010

R. P. Martin Dobrizhoffer, S.J. cronista...

Se cumplen hoy 219 años del fallecimiento del cronista jesuita, R.P. Martin Dobrizhoffer, S.J. Había nacido en Graz, Estiria (Austria), en 1717. Se unió a la Compañía creada por San Ignacio en 1736. En 1747, a instancias del Procurador de la misma ante Roma, R.P. Ladislao Orosz, S.J., solicitó su traslado a las tierras del Plata. En Enero de 1749 arribó a Buenos Aires, junto a quien sería su gran amigo, el R. P. Florián Paucke, S.J. Primeramente participó de la evangelización de los “mocobíes” y luego en la de los “abipones”, aborígenes particularmente díscolos. De ellos aprendió su idioma y observó de cerca sus hábitos, que serían volcados en su monumental obra “Historia de Abiponibus equestri, bellicosaque Paraquariae natione (Historia de los abipones, ecuestre y belicosa nación del Paraguay)”, la cual escribió inducido por la emperatriz María Teresa de Austria cuando el misionero ya se hallaba de regreso en Europa, a causa del infame extrañamiento dictado por Carlos III en 1767. La historiografía colonial argentina se halla en deuda con este infatigable evangelizador y científico social de hecho, que legó a la posteridad un inestimable testimonio de lo acontecido en esos épicos momentos de hombres sin arcabuces, en medio de la selva y provistos tan sólo de sus crucifijos, materialización de esa Fe inquebrantable que hace explicable lo inexplicable ante los atónitos ojos del siglo XXI. No perdamos de vista el Norte, porque sino, creeremos que antes de 1810, se vivió una “siesta colonial” y nada sería más erróneo que esa concepción, negación de lo evidente. Que los cronistas de ayer inspiren a los de hogaño a continuar esta digna labor, porque de lo contrario la Historia perdería la savia que la sustenta: los documentos. Y ya sabemos que, “sin documentos, no hay Historia”…