Hace 37 años, fallecía el filósofo francés Jacques Maritain. Nacido en 1882 y protestante de origen, se convirtió al Catolicismo junto a su esposa de origen hebreo, Raissa Maritain en 1906. Su conversión lo acercó a Santo Tomás de Aquino, gracias a la influencia del dominico Humbert Clérissac. La obra del Aquinate, la seguiría a través de Juan de Santo Tomás (1589 – 1644), bastión ineludible de todos los tiempos para acceder al pensamiento del Doctor Angélico. Maritain es considerado hogaño, el gran renovador del pensamiento tomista, especialmente en el ámbito de la filosofía política y aún así, puede afirmarse que siguió puntillosamente los principios fundamentales del mismo. Alejado de la denominada “Acción Francesa”, luego de la condena papal de 1926, el Vaticano pasa a considerarlo un teórico católico de la democracia. Nuestro pensador impulsa el “humanismo integral” en franca y abierta oposición al “reduccionismo antropocéntrico”. Distingue entre “individuo” (el hombre como ser material que debe contribuir al perfeccionamiento de la sociedad) y “persona” (el hombre, ser espiritual, cuyo fin es Dios y su esencia, la libertad). Sus obras son infinitas, por lo que citaremos a modo de ejemplo: “Cristianismo y democracia” (1942), “La persona y el bien común” (1947), “Filosofía de la Historia” (1957), “La responsabilidad del artista” (1960) o “De la gracia y la humanidad de Jesús” (1967). Honramos con estas humildes líneas a quien fuera llamado el gran filósofo del “neoescolasticismo”, catedrático de Princeton, embajador ante la UNESCO y quizá para Él, el más trascendente de todos sus roles “hermanito de Jesús” desde 1970 hasta su muerte, acaecida un 28 de Abril de 1973.
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